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  • El jardín y el fuego

    El jardín y el fuego

    Epicuro y el Sumak Kawsay

    Dos caminos hacia el Buen Vivir


    por Santiago Andrade León


    El sol nace desde la montaña, no desde el este. Nace desde adentro. Desde el pecho del que recuerda. Porque el ser humano es, ante todo, memoria viva.

    Y cuando el sol despierta en el pecho, se siente como una verdad sencilla: no estamos solos, y nunca lo estuvimos.

    Dentro de nosotros arde el fuego de nuestros antepasados. Ese fuego que, como me enseñaron los abuelos yageceros, no habla muchas palabras, solo una: “YO SOY”. Y en esa afirmación está su instrucción.

    La Tierra no es algo que pisamos: es quien nos sostiene. Nos inclinamos ante su sabiduría, y agradecemos a la familia que la cuida, porque de esa familia será también su conocimiento.

    El conocimiento, como el fuego, no es de quien lo encuentra, sino de quien lo cuida. No hay conocimiento sin conocedor. No hay medicina sin quien escuche su canto.

    Por eso, antes de cualquier palabra, agradecemos a los pueblos originarios, conocedores de estas artes ancestrales que sostuvieron la salud de nuestros abuelos, a las abuelas que cantaron a los cerros, a los hombres medicina que hablaron con el agua, a los niños que aprendieron a no olvidar el nombre de las plantas.

    Ellos no inventaron el saber. Ellos lo guardaron.

    Y también agradecemos a quienes hoy, con humildad, aprenden a cuidar ese fuego, porque todo aquel que protege lo sagrado se convierte en nieto del conocimiento.

    Y estos altares no se compran ni se construyen, se transmiten: de abuelo a padre, de padre a hijo, de hijo a nieto.


    En el jardín de Epicuro

    En otra tierra, lejos de las montañas andinas, bajo la sombra de olivos griegos, un hombre llamado Epicuro sembraba preguntas. No en templos, sino en un jardín.

    Su escuela no tenía tronos ni jerarquías. Tenía silencio, pan, pensamiento y amistad.

    Epicuro enseñaba que el mayor placer no es el exceso, sino la paz interior. Que la libertad no viene de tenerlo todo, sino de necesitar poco y compartir mucho.

    “Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco.” “La amistad es la mayor riqueza.”

    Epicuro no buscaba fama ni poder. Buscaba vivir bien, a plenitud.

    Y para él, vivir bien era: no temer, no mentir, no dañar, no depender. Cultivar la mente. Comer con los justos. Reír con quienes caminan despacio. Habitar el instante sin miedo al mañana.

    Él no escribió un sistema. Escribió una manera de estar en el mundo. Una ética viva. Una sabiduría cotidiana. Un fuego sereno.


    El Sumak Kawsay

    Memoria que camina

    Del otro lado del mundo, en estas tierras donde el cóndor escucha al trueno, el Sumak Kawsay nos recuerda algo parecido:

    Que vivir en plenitud no es acumulación, sino equilibrio.

    Que la vida plena no se alcanza solo con logros, sino con vínculos, reciprocidad, y respeto.

    “No puedes estar en paz si el río está herido.
    No puedes vivir bien si tus pasos no cuidan lo que tocan.”

    En el Sumak Kawsay, el bienestar no se mide por lo que tienes, sino por cómo caminas, cómo sirves, cómo honras.


     

    Cuando el jardín

    se encuentra con el fuego

    Tal vez Epicuro no haya conocido la palabra Ayllu, pero la vivió. Tal vez nunca haya oído hablar de los Apus, pero también buscaba mirar las estrellas con reverencia.

    Lo suyo y lo nuestro — el jardín y el fuego — no son opuestos: son hermanos del alma, caminos que se cruzan en una sola pregunta: ¿cómo se vive bien?

    Ambos caminos enseñan que el conocimiento no es acumulación, sino relación. No es dominio,
    sino cuidado.


    ¿Y cómo vivir esto hoy?

    Los tiempos modernos son distintos. Ya no tenemos el mismo silencio, ni el mismo cielo limpio, ni el mismo ritmo para escuchar el alma.

    Pero eso no quiere decir que no podamos cultivar ese fuego.

    Hoy, cuidar el conocimiento es:

    — no usarlo para elevarse, sino para servir.

    — no disfrazarlo de poder, sino vivirlo como medicina.

    — no predicarlo, sino encarnarlo en lo simple:

    una palabra honesta, una mesa compartida, una siembra y la cosecha para todos y de todos.

    Vivir como Epicuro, vivir como el Sumak Kawsay, es recordar que la felicidad no se compra: se cultiva.

    Que no somos hojas sueltas, sino ramas de un mismo árbol que busca el sol. Y que el fuego que ilumina no es el que arde alto,sino el que calienta en silencio el centro del círculo.


    No vivamos como si no supiéramos.
    Vivamos como si recordáramos.

    Los libros de Santiago Andrade León los puedes encontrar en este link:

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  • El Fuego de Aristóteles

    El Fuego de Aristóteles

    Ética con raíz

    o del Abuelo Fuego a Aristóteles.

    Por Santiago Andrade León

    Hace diecinueve años, el dolor me atravesó como rayo seco. Perdí a un hijo. Y con él, una parte de mi alma se convirtió en ceniza. La muerte de un hijo no se supera. Se atraviesa, como se atraviesa la noche más oscura, sin luna.

    En ese abismo, sin palabras, comencé a escribir. Pero no escribía como padre: me hablaba como un abuelo, un anciano imaginario que había visto a ese niño crecer, convertirse en hombre, vivir. Y a través de ese nieto imposible, también les escribía a mis hijos, y a todos los hijos del mundo que un día necesiten consuelo, dirección o ternura.

    Así nacieron las Cartas del Abuelo Fuego: palabras que no buscan enseñar, sino acompañar, como rezo, como llama, como abrazo.

    Ética como raíz, virtud como vínculo

    En ese tiempo de duelo recordé a un pensador que me había marcado en mi juventud: Aristóteles. Él hablaba de la virtud como práctica, como hábito, como acción encarnada que forja el carácter y conduce a la eudaimonía: la felicidad, la plenitud de ser.

    Pero entender su ética sin entender la polis, como bien dice una hermana del pensamiento, es perder su corazón. Para Aristóteles, el ser humano es zoon politikon: un ser que solo florece dentro de la comunidad. No por interés político, sino por necesidad ontológica:

    La virtud solo existe cuando hay otro.

    Justicia, valentía, generosidad… Todas esas virtudes que él nombra no se ejercen en la soledad, sino en la vida compartida. No hay ética sin relación. No hay vida buena sin comunidad viva.

    Y allí es donde el Sumak Kawsay, el Buen Vivir andino, resuena profundamente. También nos dice:

    No hay plenitud sin reciprocidad. No hay armonía sin vínculo con la naturaleza, el espíritu, el otro.

    Si Aristóteles hablaba de la polis bien ordenada como espacio para la virtud, el Sumak Kawsay habla del Ayllu vivo, el tejido comunitario, la chakana relacional, donde el servicio, la gratitud y el cuidado son expresión espiritual.

    “La verdadera ética no se impone desde afuera: se enciende desde la raíz.
    Porque quien olvida que es semilla, termina viviendo como maleza.”

    (Cartas del Abuelo Fuego, pág. 25)

     Fuego escrito, palabra que acompaña

    Cartas del Abuelo Fuego no es un tratado. Es un fuego encendido en medio del duelo. Una fogata de palabras para quien camina en silencio.

    Es un libro nacido del dolor, pero ofrecido con alegría. Porque cuando se ha perdido tanto, uno entiende que la vida no se trata de tener razón, sino de tener corazón. Y que servir, consolar y compartir belleza también es una forma de justicia.

    Ética para la comunidad, no para el yo

    Tanto Aristóteles como el Sumak Kawsay coinciden en lo esencial: La vida ética no es un asunto privado. Es una práctica pública, espiritual y comunitaria.

    No se trata de ser «bueno» en soledad, sino de tejer vínculos sanos, justos y luminosos en los que todos podamos florecer.

    En el fondo, Aristóteles y el Abuelo Fuego se dan la mano: uno desde la plaza de Atenas, el otro desde el fuego de Ayapuma.

    Si esta historia toca tu corazón, puedes adquirir Cartas del Abuelo Fuego aquí:

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  • Chakana Ética

    Chakana Ética

    English 👇

    Chakana Ética

    Puente espiritual y deontológico para el servicio consciente en el camino del Sumak Kawsay


    Eje Central

    El Servicio como Camino Sagrado

    Por Santiago Andrade León

    Antes de cualquier norma, la Chakana Ética parte de una verdad profunda:
    Servir es un privilegio espiritual. Ya sea como guía, cuidador, buscador o consejero, quien ocupa un rol en este camino no representa poder, sino resguardo del fuego comunitario.

    «El que sirve, se ofrece. El que guía, escucha. El que porta medicina, primero se purifica.»

    «La senda del curandero está cimentada en cuatro virtudes fundamentales: la humildad, la voluntad, la sinceridad y la integridad.»

    (El Camino del Sumak Kawsay, cap. 11)


    Los cuatro brazos de la Chakana

    Cada brazo de la Chakana Ética representa un equilibrio entre el saber ancestral y los principios fundamentales de una ética de responsabilidad.

    1.Munay – Intención Pura

    Toda acción ceremonial debe nacer desde el corazón limpio.

    Se evita cualquier forma de manipulación, coacción, abuso energético, emocional o físico.

    No se cobra desde el ego, se recibe en reciprocidad.

    La medicina no se vende. Se honra con gratitud.

    «El guía jamás debe usar sus conocimientos para manipular, asustar o aprovecharse de nadie.»

    (El Camino del Sumak Kawsay, cap. 11.2)

    2. Yachay – Claridad y Responsabilidad

    Todo guía debe estar en constante aprendizaje. Nunca se deja de aprender.

    Se reconoce la diferencia entre inspirar y dirigir, entre acompañar y adoctrinar.

    Se informa con claridad a cada participante sobre las prácticas, efectos y límites de los procesos espirituales.

    El conocimiento no se impone: se ofrece como agua al sediento.

    «El verdadero curandero es aquel que ha sanado sus propias heridas lo suficiente como para no proyectarlas en otros.»

    (El Camino del Sumak Kawsay, cap. 11.1)

     

    3. Llankay – Cuidado y Protección

    Se promueve el consentimiento consciente en todo tipo de prácticas (visiones, plantas, danzas, toques rituales).

    Se protege especialmente a mujeres, niños y personas en vulnerabilidad.

    Toda transgresión ética implica una acción restaurativa y comunitaria.

    Donde alguien sufre, el círculo se reorganiza para sanar.

    «El conocimiento ancestral jamás se usa para causar mal… su camino es el de curar, aliviar y reconciliar.»


    (El Camino del Sumak Kawsay, cap. 11.2)

    4. Ayni – Reciprocidad y Comunidad

    No se permite la apropiación individual del conocimiento colectivo.

    Toda persona que guía lo hace dentro del círculo, y responde ante él.

    El servicio no se convierte en jerarquía, sino en ofrenda comunitaria.

    El que porta bastón, no se eleva: se inclina más para escuchar.

    «El bienestar es un tejido compartido. Cuando una persona está en dolor, la comunidad se reúne a sostenerla.»

    (El Camino del Sumak Kawsay, cap. 2.4)


     ¿Y si alguien cruza un límite?

    Entonces, no se le expulsa de la familia, porque en nuestra visión nadie puede ser desheredado del círculo de la vida.

    El error no nos separa de nuestra humanidad, pero sí puede alejarnos del rol que se nos confió.

    Se le convoca con respeto. Se le escucha, porque todo acto nace de una historia más profunda. Se le invita a reflexionar, no con juicio, sino con verdad. Se le ofrece un camino de restauración, porque creemos en la medicina del cambio.

    Pero también se sostiene el límite. Porque el cuidado del fuego ceremonial, de la niñez, de las mujeres, de los espíritus en tránsito, es una responsabilidad mayor.

    Y cuando ese límite es traspasado de forma grave o reiterada, la comunidad puede retirar el permiso de servicio —sea como guía, sanador, portador de medicina o cuidador de círculo— sin negar el vínculo espiritual, pero sí resguardando el rol y la integridad del espacio sagrado.

    Esto no es castigo. Es cuidado. Es madurez. La institución ceremonial —la Iglesia del Buen Vivir, el Consejo de Búsqueda de Visión, el círculo mismo— puede decidir que una persona haga una pausa, se retire del servicio, se enfoque en sanar, sin por ello negarle su pertenencia al tejido humano y espiritual que compartimos.

    Porque cuidar el fuego es más importante que evitar el conflicto. Porque no todo acto rompe el lazo, pero sí puede interrumpir la confianza. Y porque servir requiere no solo amor, sino coherencia.


    Camino Restaurativo

    Reintegración y Compromisos

    El que ha sido separado del servicio por razones éticas puede, si lo desea y con el acompañamiento del Círculo, iniciar un camino de restauración que incluya:

    Ceremonias de reconocimiento y sanación.

    Testimonios públicos de responsabilidad y aprendizaje.

    Procesos de acompañamiento espiritual.

    Reingreso gradual a espacios de apoyo, sin rol de guía.

    Este proceso no es automático. Es voluntario, profundo y supervisado. Porque el fuego sagrado no se recupera con palabras, sino con pasos sinceros.


    Una Chakana que abriga y orienta

    La Chakana Ética no nos restringe. Nos alinea. No es un muro. Es una guía para caminar con la frente alta, el corazón humilde y las manos abiertas.

    «No hay mayor poder que caminar sin miedo. Y no hay mayor medicina que servir con belleza.»

    English version here

    Ethical Chakana

    A spiritual and deontological bridge for conscious service on the path of Sumak Kawsay

    Central Axis

    Service as a Sacred Path

    By: Santiago Andrade León

    Before any rule, the Ethical Chakana begins with a profound truth:

    To serve is a spiritual privilege. Whether as a guide, caretaker, seeker, or counselor, those who hold a role in this path do not embody power—they safeguard the communal fire.

    “The one who serves, offers themselves. The one who guides, listens. The one who carries medicine, first purifies themselves.”

    The path of Curandero is founded upon four fundamental virtues: humility, will, sincerity, and integrity.

    (The Path of Sumak Kawsay, ch. 11) 

    THE FOUR ARMS OF THE CHAKANA

    Each arm of the Ethical Chakana represents a balance between ancestral knowledge and foundational principles of responsible ethics.

    1. Munay – Pure Intention 

    Every ceremonial act must be born from a clean heart. 

    All forms of manipulation, coercion, or energetic, emotional, or physical abuse are avoided.

    Nothing is given from the ego; what is received comes in reciprocity.

    Medicine is not sold. It is honored with gratitude.

    “A guide must never use their knowledge to manipulate, frighten, or take advantage of anyone.”

    (The Path of Sumak Kawsay, ch. 11.2)

    2. Yachay – Clarity and Responsibility

    A true guide must remain in continuous learning. One never ceases to grow.

    The distinction is made between inspiring and commanding, between accompanying and indoctrinating.

    Each participant is clearly informed about the practices, their effects, and the boundaries of the spiritual processes.

    Knowledge is never imposed—it is offered like water to the thirsty.

    The true Curandero is the one who has healed their own wounds enough not to project them onto others.

    (The Path of Sumak Kawsay, ch. 11.1) 

    3. Llankay – Care and Protection

    Conscious consent is upheld in all forms of practice (visions, sacred plants, dances, ritual touch).

    Particular protection is extended to women, children, and those in vulnerable conditions.

    Every ethical transgression requires a restorative and communal response.

    Wherever someone suffers, the circle reorganizes itself to heal.

    Ancestral knowledge is never used to cause harm… its path is to heal, to soothe, and to reconcile.

    (The Path of Sumak Kawsay, ch. 11.2) 

    4. Ayni – Reciprocity and Community

    The individual appropriation of collective knowledge is not permitted.

    Anyone who serves as a guide does so within the circle and remains accountable to it.

    Service does not become hierarchy—it is a communal offering.

    The one who carries the staff does not rise above—they bow more deeply to listen.

    Well-being is a shared weaving. When someone is in pain, the community gathers to support them.

    (The Path of Sumak Kawsay, ch. 2.4)

    What if someone crosses a boundary?

    They are not expelled from the family, for in our vision no one can be disinherited from the circle of life.

    A mistake does not separate us from our humanity, though it may distance us from the role entrusted to us.

    They are called with respect. They are heard—every act arises from a deeper story. They are invited to reflect, not with judgment, but with truth. They are offered a path of restoration, because we believe in the medicine of change.

    And the boundary is upheld. For the care of the ceremonial fire, of children, of women, of spirits in transition, is a sacred responsibility.

    When that boundary is seriously or repeatedly crossed, the community may withdraw the permission to serve—whether as guide, Curandero, medicine carrier, or circle keeper—without severing the spiritual bond, but protecting the role and the integrity of the sacred space.

    This is not punishment. It is care. It is maturity. The ceremonial institution—the Church of Buen Vivir, the Vision Quest Council, the circle itself—may decide that a person pause, step away from service, and focus on healing, without denying them their place in the human and spiritual fabric we share.

    Because caring for the fire is more important than avoiding conflict. Because not every act breaks the bond, yet it can interrupt trust. And because to serve requires not only love—but coherence. 

    RESTORATIVE PATH

    Reintegration and Commitments

    Anyone who has been separated from service for ethical reasons may, if they so choose and with the Circle’s accompaniment, begin a restorative journey that may include:

    Ceremonies of recognition and healing. 

    Public testimonies of responsibility and learning. 

    Processes of spiritual accompaniment. 

    Gradual reentry into support spaces, without taking on a guiding role. 

    This process is not automatic. It is voluntary, profound, and guided. Because sacred fire is not reclaimed through words, but through sincere steps. 

    A Chakana that Warms and Guides

    The Ethical Chakana does not confine us. It aligns us. It is not a wall. it is a compass for walking with a lifted head, a humble heart, and open hands.

    There is no greater power than to walk without fear. And no greater medicine than to serve with beauty.”

  • Lobo y Conejo: Guardianes del Umbral Eterno

    Lobo y Conejo: Guardianes del Umbral Eterno

    Por: Santiago Andrade León

    Siembra y cosecha

    Dicen los abuelos que antes de la luz, antes del tiempo y de la forma, solo existía el gran vacío sagrado: la Inexistencia. Allí nacieron, al mismo instante, Lobo y Conejo. Gemelos del misterio. Hermanos del silencio. Espíritus de la oscuridad y la muerte, del sueño profundo donde la vida aún no había despertado.

    Pero aunque nacieron juntos, como todos los espíritus del tiempo, sabían —sin saber— quién había venido antes, y quién después. Porque en ese mundo antiguo, el tiempo no era una línea, sino un círculo. Porque en ese mundo, como dicen los abuelos, todo fue hecho en el mismo momento, en la misma intención. Nada nace ni muere: solo se transforma.

    Y así, Lobo y Conejo fueron sembrados por el trueno. El fuego estalló en el vientre de la tierra, y su estruendo los despertó. Estaban dentro de una cueva, en el corazón del mundo. El fuego los había puesto allí para enseñarlos.

    Vivieron como uno solo. Si el Conejo miraba a la derecha, el Lobo también. Si uno saltaba, el otro seguía. Y mientras dormían, soñaban el mismo sueño.

    Pero cuando llegó el tiempo del nacimiento, cuando el mundo ya estaba preparado para recibirlos, algo cambió. Salieron a la Tierra, al espacio del día, y se dieron cuenta que, aunque eran gemelos, no podían caminar el mismo camino. No en esta forma. No en este mundo.

    Y se separaron.

    Desde entonces, el Lobo y el Conejo se persiguen, se encuentran, se evitan, se reflejan. Uno caza, el otro escapa. Uno vigila, el otro sueña. Son la danza sagrada de los opuestos, el ciclo que no se quiebra, el juego eterno del retorno.

    Porque el mensaje es claro: la muerte no existe.

    Existe la transformación. El reciclaje sagrado de la energía. La rueda que gira. El círculo de la vida que no tiene principio ni fin.


    La dualidad como camino de unidad

    En la cosmovisión andina, la vida y la muerte no son enemigas. Son hermanas. Son como Lobo y Conejo: gemelas que se buscan desde el principio de la existencia. Una no puede vivir sin la otra. Ambas están contenidas en el ciclo sagrado del Kawsay Pacha, el tiempo de la vida.

    No existe creación sin destrucción. No hay amanecer sin noche. No hay flor que brote sin semilla que se pudra. El universo no se mueve en líneas rectas, sino en espirales vivas.

    La muerte, entonces, no es castigo, ni pérdida, ni final. Es tránsito. Es retorno. Es renovación. Por eso, en nuestras ceremonias, en nuestras danzas, en nuestros rezos, se honra a los muertos como sabios presentes, como semillas activas en el campo invisible.

    Vivir bien, desde el Sumak Kawsay, es aceptar esa danza. Caminar en equilibrio. Usar la energía con propósito, con reciprocidad, sin violencia ni acumulación. Vivir es ceder el paso, sembrar con conciencia, y partir sabiendo que el alma no muere: solo cambia de forma.

    Así como el Lobo y el Conejo no se destruyen, sino que se transforman uno en el otro, así también nosotros, seres de barro y canto, recordamos que nacer es parte de morir, y morir es parte de vivir.

    Que esta historia sagrada nos enseñe a caminar sin miedo entre luces y sombras. Que sepamos mirar a nuestros opuestos como espejos. Que cuando la oscuridad nos toque, recordemos al Conejo que corre. Y que cuando tengamos que partir, recordemos al Lobo que aúlla, no por dolor, sino por amor a la noche.

    Así se nos revela la verdad más antigua:

    Nada muere. Todo retorna. Y lo que parece fin, es solo un nuevo comienzo en la espiral sagrada de la existencia.

    https://linktr.ee/SantiagoAndradeLeon

    https://www.lulu.com/spotlight/santiago-andrade-leon

  • The Path of Sumak Kawsay

    The Path of Sumak Kawsay

    Español 👇

    A Ceremonial Offering in English

    The sun rises over the Andes, and in its golden silence, something ancient stirs:
    a memory, a song, a path.

    Today we share with you the first chapters of The Path of Sumak Kawsay — a ceremonial book that is not just meant to be read, but walked. This is a journey for those who want to remember what it means to live in harmony: with oneself, with others, with the Earth, and with the invisible breath of spirit.

    You will find teachings on purpose (Jatun Muskuy), on life as medicine (Jambi Kawsay), on Pachamama as teacher, and on knowledge as relation. These are not abstract ideas, but living truths whispered by the ancestors and guarded in ritual by the pueblos originarios of the Andes.

    «Four foundations.
    Four paths crossing in the heart.
    They are not taught, they are walked.
    They are not possessed, they are honored.»

    This book is a bridge — between languages, between times, between souls.
    We invite you to walk with us.

    The Path of Sumak Kawsay

    A Ceremonial Journey to the Heart of a Full Life

    Prologue 

    The sun rises over the Andes, and in its golden light, the silhouette of a puma takes shape. It walks in silence, its gaze piercing the mist, and in its eyes burns the mystery of the sacred. It is the guardian of time, the bridge between the world of dreams and waking life. It watches us, waiting for us to remember.

    The grandmothers tell us that before time was woven with the threads of memory, the Earth was only a dream resting in the chest of the Great Celestial Serpent. All was a possibility. All was a song yet unsung. Then, the Ancient Voice spoke in the language of thunder, and the rivers awakened, the trees rose with open arms, and fire learned to dance upon stone. Thus the world was born—not as an accident, nor a battleground, but as a sacred circle where every leaf, every bird, every spirit had a purpose and a song to sing.

    This book is a call to awaken, to remember the path of balance, to recognize ourselves as threads in the great weave of life. In an age of disconnection—where noise drowns out the rivers’ song and haste steals the soul—Sumak Kawsay invites us to pause, to listen, to come home.

    Buen Vivir is not a destination, but a way of walking. It is not a static philosophy, but an art of living in harmony with all that is. It teaches us that fullness does not arise from having, but from being; that true wealth lies not in accumulation, but in reciprocity; that real medicine is not found outside, but in the sacred dance between soul and nature. That original harmony is what we call Sumak Kawsay—Living Well. It is not just an idea, nor a distant concept, but a profound truth pulsing at the heart of existence. It is the wind whispering the secrets of time, the jaguar prowling in the shadows of the forest, the river that never ceases to flow.

    We have lost our way. Like forgetful children of Pachamama, we have stumbled into the shadow of our own desire, mistaking gold for light, accumulation for abundance. In the cities of noise and stone, we have stopped listening to the voice of the mountains, to the counsel of the ancestors. But the Earth still speaks. In the rustling of leaves, in the dance of fire, in the eagle’s cry and the puma’s growl, she reminds us we are not alone—we are part of a sacred web that connects all that breathes, all that dreams.

    The puma whispers in our ear: “Remember your purpose.” There is no greater loss than a life lived without meaning, no deeper sorrow than confusing expectation with the heart’s true calling. This book is a map for those seeking answers in the echo of the hills, in the whisper of the wind, in the wisdom of the Earth. It is a bridge—between times and cultures, between ancestral memory and the present, between knowing and living.

    This book is a bridge. A path back to the spiritual home we should never have left. Within it, you will find the four pillars that uphold Sumak Kawsay: the search for purpose, the recognition of life as medicine, the wisdom of nature, and the awareness that we are all children of the Earth. Each one is a threshold, a teaching to help restore the lost harmony.

    But this knowledge is not ours alone. Across this continent, Indigenous peoples have safeguarded the memory of the Great Spirit, weaving it into stories and ceremonies. The White Buffalo Calf Woman appeared to the Lakota to remind them of the path of the heart and the sacred responsibility of honoring life. In Mesoamerica, sages spoke of Nemenistli, the balance of existence, and left us the Four Agreements as guides for walking with integrity.

    Today, the Andean Church of Buen Vivir rises as a new fire, kindled from the flame of the ancients. It is not a church of walls and doctrine, but of open sky and fertile ground; of drums that beat to the rhythm of the cosmos, and hearts awakening to the memory of the sacred. The Andean Church of Buen Vivir is a space to embody these principles, to restore the sacred bond between humanity and the cosmos. It is not an institution of dogma, but a fire lit in the hearts of those who choose to walk in balance.

    May this book be a seed in your spirit. May every word spark the ember of a forgotten memory. And may you, upon finishing, no longer be the same—but a conscious traveler, a guardian of balance, a weaver of worlds.

    The jaguar still roars deep in the forest. The wind still sings its ancient song. It is time to listen.

    If this call resonates in your soul, follow the path. The Earth is waiting.

    Welcome to the path of Buen Vivir

    The Original Heartbeat of Sumak Kawsay

    Threshold of the Wind: A Call to Remember

    We do not come to learn something new, but to remember what the Earth already whispers in our bones. Before the word, before iron, there already existed the art of living well. Not in solitude, but in a sacred web: with water, with the mountains, with spirits and with dreams. That is what we call Sumak Kawsay.

    We begin this journey not as builders of something new, but as seekers uncovering an ancient fire, still glowing beneath the ash. Sumak Kawsay is a path walked with feet grounded on Earth and heart lifted to the sky. Its wisdom is not academic—it is lived. And its pillars are not ideas, but living forces.

    The Origin in the Mist

    Ancestral Roots of Sumak Kawsay

    Sumak Kawsay was not born in constitutions or international forums. Its roots lie far beyond written time—within the deep memory of Indigenous peoples, in rituals, in weavings, in the stories shared around the fire.

    It was lived before it was named. It emerged from ayni, from ranti ranti (exchange), from suma qamaña (good life, in Aymara), and from kawsay purina (walking through life) in the Andes.

    The mountains, the wise grandfathers and grandmothers, are the true guardians of this knowledge.

    Today, we remember not to turn it into a slogan, but to inhabit it once more as a way of life

    The Language That Sings

    The Deeper Meaning of Sumak Kawsay

    Sumak: the beautiful, the harmonious, the whole. A beauty not of appearance, but of resonance with the whole.

    Kawsay: life that breathes, life that flows. Not mere existence, but sacred life, woven into the cycles of the cosmos.

    Sumak Kawsay is, then, to live in full beauty—not in isolation, but within a web of connection, reciprocity, and meaning. It is not wellbeing (bienestar); it is being-well (bien-ser). It is not progress; it is harmony

    Fullness as a Way of Walking

    To live fully is not to accumulate pleasures, but to recognize the sacred place of every being. Fullness is the balance between giving and receiving, between dreaming and doing, between knowing and caring. It is walking with purpose, without forgetting the song of the birds or the needs of our neighbor.

    A full life is not measured, it is felt. And it is built day by day, with humility, with joy, and with gratitude.

    The Major Foundations of Sumak Kawsay

    Here we name the four major foundations, not yet to explain them, but so the reader may feel their presence as living gateways into a life of balance.

    Each one represents an essential dimension of Buen Vivir, and together they form a cosmic cross, an inner chakana that orients the path.

    Sumak Kamaña – Jatun Muskuy

    To Live Together in Harmony and Dream with Purpose

    This foundation brings together the wisdom of communal living (Sumak Kamaña) and the power of the Great Collective Dream (Jatun Muskuy).

    We cannot live together without vision. We cannot dream without connection. Here, individual purpose becomes intertwined with the horizon of the people.

    It is a call to dream with others, not against them.

    Jambi Kawsay

    Life as Medicine, Existence That Heals

    Here, life is not a burden but a continuous process of healing.

    Healing the body, yes—but also healing the word, the memory, the land, the community.

    Every act, every meal, every relationship can become either medicine or poison.

    This foundation reminds us that to live is to heal

    Tukuy Pachamama

    All of Mother Earth as Teacher, as Temple

    Here, it is understood that we do not live on the Earth, but within her.

    Pachamama is not just nature—she is a sacred being, a cosmic body, a living mother.

    To care for her is not a choice, but a destiny—a relationship of reciprocity, a foundational principle of existence.

    Tukuy Yachay

    All Knowledge, All Awareness in Interrelation

    To know is not to collect data, but to understand the dance of the Whole.

    This foundation honors ancestral knowledge, as well as embodied, intuitive, and symbolic ways of knowing.

    True knowing does not divide—it unites, reveals, and awakens.

    Four foundations.

    Four paths crossing in the heart.

    They are not taught, they are walked.

    They are not possessed, they are honored.

    In time, each one will open like a flower to the sun.” 

    Chapter 1

    Sumak Kamaña and

    Jatun Muskuy

    The Purpose in All That Exists

    The elders say that nothing is born without reason, that every falling leaf has its destiny, and that the flight of the hummingbird is a message written by the wind. Everything that exists in this world—from the farthest star to the humblest seed—holds a purpose, a reason for being that pulses from within, like a sacred drumbeat.

    Sumak Kamaña, the art of Buen Vivir, is not a distant goal nor an abstract idea. It is the deep understanding that life is not a coincidence, but a cosmic dance in which each being has its place in the harmony of the Whole. At the heart of this principle lies Jatun Muskuy—the Great Dream, the vision that guides us, the mission given to us even before birth. 

    1.1 The Great Weaving: Every Thread Has Its Place

    The ancients knew that existence is like a loom. Each of us is a thread, woven into a design we may not always understand, yet perfect in its complexity. A thread that believes itself separate—that forgets its connection to the whole—is a lost thread, condemned to fragility and uprootedness.

    Our life gains meaning when we find our place within the sacred weaving. Why have we come? What gift do we carry in our hearts? How can we offer it to the world? These questions mark the threshold of Sumak Kamaña, and each of us must find our own answers—not in books or doctrines, but in intimate conversation with nature, with the ancestors, and with our own spirit.

    1.2 Individual Purpose and Collective Purpose

    In Andean thought, there is no such thing as an individual purpose separate from the collective. Each being carries a mission—but that mission only finds its true meaning in relation to the community, to Pachamama, to Life in its entirety.

    The condor does not fly for itself, but to read the messages of the sky and bring them to the Earth. The river does not flow at random, but because its movement gives life to everything it touches. In the same way, each of us has received a gift—an inner fire meant to ignite something greater than ourselves.

    It is not enough to have a purpose; our purpose must fit within the purposes of others, must contribute to the Great Weaving, must nourish life—not just our ambition. A solitary purpose, disconnected from the community, becomes a burden, a constant struggle against the current. But when our gifts find their place in the greater fabric, life flows with more lightness, with more depth.

    1.3 Purposes and Expectations: Two Paths, Two Destinies

    The reason so many people suffer is not a lack of purpose, but the confusion between purpose and expectation.

    Purpose is the inner fire that moves us, the compass that guides without promising anything. Expectation, on the other hand, is a mental image of how we think things should be. A person with purpose walks with certainty, even when the path is uncertain. A person led by expectations walks with anxiety, because the future never unfolds exactly as imagined.

    Expectations bring frustration. They make us believe that life owes us something—that if we give, we must receive in equal measure, and exactly when we expect it. But life doesn’t work that way. Nature doesn’t rush, doesn’t bargain, doesn’t fulfill whims. A tree bears fruit when it is time, not when someone demands it. 

    If we walked with purpose instead of expectation, life would feel both deeper and lighter. We would no longer feel frustration when things don’t go our way, because we would understand that everything follows its own rhythm, its own reason. We would not live in the desperation of “What will I receive?”, but in the quiet certainty of “What am I offering?”

    1.4 Signs Along the Path – How to Remember Our Purpose

    Sometimes, we forget. Modern life immerses us in noise, in haste, in meaningless accumulation—and the song of our mission fades into a distant echo. But the Great Spirit never stops speaking to us. There are always signs, always callings, always paths that open when we are ready to see them.

    Some ways to remember our purpose include:

    Silence and contemplation: Nature speaks in a subtle language. The wind in the mountains, the song of water, the flight of a bird—all can carry answers for those who know how to listen.

    Dreams and visions: In Andean traditions, dreams are not mere illusions of the mind, but messages from Spirit—signs of the path.

    Vision quest: Withdrawing into the solitude of the mountain, fasting and praying for days, is a way to seek clarity of purpose through humility and surrender. In this ancestral practice, the quester offers themselves to sky and earth, so that vision may come when the ego falls silent.

    Trials and challenges: Sometimes, what hurts us most teaches us most. Obstacles are not punishments, but wake-up calls inviting us to remember who we are.

    Deep joy: That which fills the soul, that which makes the heart sing, is often tied to our mission. What we do with love and without effort reflects the gift we came to offer the world. 

    1.5 The Puma and the Great Dream

    The puma walks the mountain without fear or doubt. Its steps are sure because it expects nothing—it simply follows its instinct. It does not ask whether the stone beneath its paw will hold, or whether the wind will be favorable. It simply moves forward, trusting in the strength that lives in its legs and the wisdom of the Earth.

    We, on the other hand, often doubt. We ask ourselves whether we are on the right path, whether what we do has meaning. But purpose is not something given to us from the outside. It is something we discover as we walk. Like the puma, we must learn to trust our instinct, our inner voice, and the signs the world offers us with every step.

    Walking with Awareness

    Sumak Kamaña calls us to walk with awareness—to live with intention, to remember that every action, every word, every thought weaves the fabric of our reality.

    If you are reading these words, it is no coincidence. Perhaps the wind has brought you here to remind you of something your soul already knew. Perhaps it is time to look within and ask yourself:

    What is my purpose? Why did I come to this Earth? How can I offer my gift to the world?

    Listen carefully. The Earth, the wind, the puma, and the moon already know your answer. You only need to remember it.

    And when you do, may your life become a prayer, a sacred song, a fire that lights the path for those who come after.

    👉 You can buy the full book here:

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    Versión en español

    El Camino del Sumak Kawsay

    Una ofrenda ceremonial

    El sol se alza sobre los Andes, y en su silencio dorado algo antiguo despierta:
    una memoria, un canto, un sendero.

    Hoy compartimos contigo los primeros capítulos de The Path of Sumak Kawsay, un libro ceremonial que no está hecho solo para ser leído, sino para ser vivido.
    Este es un camino para quienes desean recordar qué significa vivir en armonía: con uno mismo, con los demás, con la Tierra y con el soplo invisible del espíritu.

    Aquí encontrarás enseñanzas sobre el propósito (Jatun Muskuy), la vida como medicina (Jambi Kawsay), la Pachamama como maestra, y el conocimiento como relación.
    No son ideas abstractas, sino verdades vivas, susurradas por los abuelos y resguardadas en ritual por los pueblos originarios de los Andes.

    «Cuatro fundamentos.
    Cuatro caminos que se cruzan en el corazón.
    No se enseñan: se caminan.
    No se poseen: se honran.»

    Este libro es un puente — entre lenguas, entre tiempos, entre almas.
    Te invitamos a caminar con nosotros.

    El Camino del

    Sumak Kawsay


    Un viaje ceremonial haciael corazón de la vida plena

    Prólogo

    El sol se alza sobre los Andes, y en su luz dorada se dibuja la silueta de un puma. Su andar es silencioso, su mirada penetra la niebla, y en sus ojos arde el misterio de lo sagrado. Es el guardián del tiempo, el puente entre el mundo de los sueños y la vigilia. Nos observa, esperando a que recordemos.

    Cuentan las abuelas que, antes de que el tiempo se tejiera con los hilos de la memoria, la Tierra era solo un sueño flotando en el pecho de la Gran Serpiente Celestial. Todo era posibilidad, todo era un canto aún no entonado. Entonces, la Voz Antigua habló en la lengua del trueno y los ríos despertaron, los árboles se alzaron con los brazos abiertos y el fuego aprendió a danzar sobre la piedra. Así nació el mundo, no como un accidente ni como un campo de batalla, sino como un círculo sagrado donde cada hoja, cada ave, cada espíritu tenía un propósito y una canción que cantar.

    Este libro es un llamado a despertar, a recordar el camino del equilibrio, a reconocer que somos hilos en el gran tejido de la vida. En una era de desconexión, donde el ruido ahoga el canto de los ríos y la prisa nos roba el alma, el Sumak Kawsay nos invita a detenernos, a escuchar, a regresar a casa.

    El Buen Vivir no es un destino, sino una forma de caminar. No es una filosofía estática, sino un arte de vivir en armonía con todo lo que existe. Nos enseña que la plenitud no nace del tener, sino del ser; que la riqueza no está en la acumulación, sino en la reciprocidad; que la verdadera medicina no se encuentra en el exterior, sino en la danza sagrada entre el alma y la naturaleza. Esa armonía primera es lo que llamamos Sumak Kawsay, el Buen Vivir. No es solo una idea, ni un concepto lejano, sino la verdad profunda que late en el corazón de la existencia misma. Es el viento que susurra los secretos del tiempo, el jaguar que acecha entre las sombras de la selva, el río que nunca deja de fluir.

    Nos hemos extraviado. Como hijos olvidadizos de la Pachamama, hemos tropezado con la sombra de nuestro propio deseo, confundiendo el oro con la luz y la acumulación con la abundancia. En las ciudades de ruido y piedra, hemos dejado de escuchar la voz de las montañas y el consejo de los ancestros. Pero la Tierra sigue hablándonos. En el rumor de las hojas, en la danza del fuego, en el llamado del águila y el rugido del puma, nos recuerda que no estamos solos, que somos parte de un tejido sagrado que nos une a todo lo que respira, a todo lo que sueña.

    El puma nos susurra al oído: «Recuerda tu propósito.» No hay mayor extravío que vivir sin sentido, ni mayor desdicha que confundir las expectativas con el verdadero llamado del corazón. Este libro es un mapa para quienes buscan respuestas en el eco de los cerros, en el susurro del viento, en la sabiduría de la tierra. Es un puente entre tiempos y culturas, entre la memoria ancestral y el presente, entre el saber y el vivir.

    Este libro es un puente. Un camino de regreso al hogar espiritual del que nunca debimos alejarnos. Aquí encontrarás los cuatro pilares que sostienen el Sumak Kawsay: la búsqueda del propósito, el reconocimiento de la vida como medicina, la sabiduría de la naturaleza y la conciencia de que todos somos hijos de la Tierra. Cada uno es una puerta, una enseñanza que nos devuelve a la armonía perdida.

    Pero este conocimiento no nos pertenece solo a nosotros. En cada rincón de este continente, los pueblos originarios han custodiado la memoria del Gran Espíritu, tejiéndola en sus relatos y rituales. La Mujer Búfalo Blanco se apareció a los pueblos Lakota para recordarles el sendero del corazón y la responsabilidad sagrada de honrar la vida. En Mesoamérica, los sabios hablaban del Nemenistli, el equilibrio de la existencia, y nos dejaron los Cuatro Acuerdos como guías para caminar con integridad.

    Hoy, la Iglesia Andina del Buen Vivir nace como un fuego nuevo encendido con la llama de los antiguos. No es una iglesia de muros y doctrinas, sino de cielo abierto y suelo fértil; de tambores que laten al ritmo del cosmos y corazones que despiertan a la memoria de lo sagrado. La Iglesia Andina del Buen Vivir surge como un espacio para encarnar estos principios, para reconstruir la relación sagrada entre el ser humano y el cosmos. No es una institución de dogmas, sino un fuego encendido en el corazón de quienes eligen caminar en equilibrio.

    Que este libro sea una semilla en tu espíritu. Que cada palabra encienda en ti la chispa de un recuerdo olvidado. Y que, cuando termines de leer, no seas el mismo, sino un caminante consciente, un guardián del equilibrio, un tejedor de mundos.

    El jaguar aún ruge en la profundidad de la selva. El viento sigue susurrando su antigua canción. Es hora de escuchar.

    Si este llamado resuena en tu alma, sigue el sendero. La Tierra nos espera.

    Bienvenido al sendero del Buen Vivir.



    El Latido Original del

    Sumak Kawsay

    Umbral del Viento: Llamado al Recuerdo

    “No venimos a aprender algo nuevo, sino a recordar lo que la tierra ya susurra en nuestros huesos.
    Antes del verbo, antes del hierro, existía ya el arte de vivir bien.
    No en soledad, sino en red sagrada: con el agua, con las montañas, con los espíritus y los sueños.
    A eso llamamos Sumak Kawsay.”

    Así iniciamos este viaje, no como quien construye algo nuevo, sino como quien desentierra un fuego antiguo, aún latente bajo la ceniza. El Sumak Kawsay es un camino que se recorre con los pies en la tierra y el corazón en el cielo. Su sabiduría no es académica, es vivencial. Y sus pilares no son ideas, sino fuerzas vivas.

    El origen en la niebla: Raíces ancestrales del Sumak Kawsay

    El Sumak Kawsay no nació en las constituciones ni en los foros internacionales. Su origen está más allá del tiempo escrito, en la memoria profunda de los pueblos originarios, en los rituales, los tejidos, las conversaciones alrededor del fuego.

    Fue vivido antes de ser nombrado. Surgió del ayni, del ranti ranti (intercambio), del suma qamaña (vida buena en aymara) y del kawsay purina (caminar la vida) en los Andes. Las montañas, los abuelos y las abuelas sabias son los verdaderos guardianes de este conocimiento.

    Hoy lo recordamos no para usarlo como consigna, sino para volver a habitarlo como camino.

    El lenguaje que canta: Significado profundo de “Sumak Kawsay”

    • Sumak: lo bello, lo armónico, lo pleno. Una belleza que no es apariencia, sino resonancia con el todo.
    • Kawsay: vida que respira, vida que fluye. No simple existencia, sino vida sagrada, tejida con los ciclos del cosmos.

    “Sumak Kawsay” entonces es vivir con belleza plena, no en soledad, sino en una red de vínculos, de reciprocidades y de sentido. No es bienestar, es bien-ser. No es progreso, es armonía.

    La plenitud como modo de andar

    Vivir plenamente no es acumular placeres, sino reconocer el lugar sagrado de cada ser. Plenitud es el equilibrio entre dar y recibir, entre soñar y actuar, entre conocer y cuidar. Es caminar con propósito, pero sin olvidar el canto de los pájaros ni la necesidad del vecino.

    Una vida plena no se mide, se siente. Y se construye día a día, con humildad, alegría y gratitud.

    Fundamentos Mayores del Sumak Kawsay

    Aquí nombramos los cuatro fundamentos mayores, no para explicarlos aún, sino para que el lector sienta su presencia como puertas vivientes hacia una existencia en equilibrio.

    Cada uno representa una dimensión esencial del Buen Vivir, y juntos forman una cruz cósmica, una chakana interior que orienta el camino.

    Sumak Kamaña – Jatun Muskuy

    Convivir en armonía y soñar con propósito.

    Este fundamento reúne la sabiduría de vivir juntos (Sumak Kamaña) con el poder del gran sueño colectivo (Jatun Muskuy).

     No se puede convivir sin visión. No se puede soñar sin vínculo. Aquí se entrelazan el propósito individual y el horizonte de los pueblos.

     Es el llamado a soñar con los demás, y no contra ellos.

    Jambi Kawsay

    Vida como medicina, existencia que sana.

    Aquí la vida no es una carga, sino un proceso de sanación constante.
    Sanar el cuerpo, sí. Pero también sanar la palabra, la memoria, el territorio, la comunidad.


    Todo acto, todo alimento, toda relación, puede ser medicina o puede ser veneno.


    Este fundamento nos recuerda que vivir es sanar.

    Tukuy Pachamama

    Toda la Madre Tierra como maestra, como templo.

    Aquí se reconoce que no vivimos sobre la Tierra, sino dentro de ella.
    Pachamama no es solo naturaleza, es sujeto sagrado, cuerpo cósmico, madre viviente. Cuidarla no es opción: es destino, es reciprocidad, es principio de existencia.

    Tukuy Yachay

    Todo saber, toda conciencia en interrelación.

    Saber no es acumular datos, sino comprender la danza del todo.
    Este fundamento honra el conocimiento ancestral, pero también el conocimiento encarnado, intuitivo, simbólico. El saber verdadero no separa: une, revela, despierta.

    “Cuatro fundamentos.

    Cuatro caminos que se cruzan en el corazón.
    No se los enseña, se los camina.
    No se los posee, se los honra.
    Más adelante, cada uno se abrirá como una flor al sol.”


    Parte I:

    Fundamentos del

    Sumak Kawsay

    Capítulo 1

    Sumak Kamaña y Jatun Muskuy – El Propósito en Todo lo Existente

    Dicen los abuelos que nada nace sin razón, que  cada hoja que cae tiene un destino  y  que el vuelo del colibrí es un mensaje escrito por el viento.  Todo lo  que existe en este mundo —desde la estrella más lejana hasta la semilla más humilde— tiene un propósito, una razón de ser que pulsa en su interior como un tambor sagrado.

    El Sumak Kamaña, el arte del Buen Vivir, no es una meta lejana ni una idea abstracta. Es la comprensión profunda de que la vida no es una casualidad, sino una danza cósmica donde cada ser ocupa su lugar en la armonía del Todo. En el centro de este principio se encuentra el Jatun Muskuy, el Gran Sueño, la visión que nos guía, la misión que nos fue dada antes incluso de nacer.

    1.1. El Gran Tejido: Cada Hilo Tiene su Lugar

    Los antiguos sabían que la existencia es como un telar. Cada uno de nosotros es un hilo entrelazado en un diseño que no siempre alcanzamos a comprender, pero que es perfecto en su complejidad. Un hilo que se cree separado, que olvida su conexión con el conjunto, es un hilo perdido, condenado a la fragilidad y al desarraigo.

    Nuestra vida tiene sentido cuando encontramos nuestro lugar en el tejido sagrado. ¿Para qué hemos venido? ¿Qué don llevamos en nuestro corazón? ¿Cómo podemos ofrecerlo al mundo? Estas preguntas son la puerta de entrada al Sumak Kamaña, y cada uno de nosotros debe hallar sus propias respuestas, no en libros ni en doctrinas, sino en la conversación íntima con la naturaleza, con los ancestros, con nuestro propio espíritu.

    1.2. El Propósito Individual y el Propósito Colectivo

    En el pensamiento andino, no existe la idea de un propósito individual separado del colectivo. Cada ser tiene una misión, pero esta solo cobra verdadero sentido en su relación con la comunidad, con la Pachamama, con la Vida en su totalidad.

    El cóndor no vuela para sí mismo, sino para leer los mensajes del cielo y traerlos a la tierra. El río no corre por capricho, sino porque su fluir da vida a todo lo que toca. Así también, cada uno de nosotros ha recibido un don, un fuego interno que debe encender algo más grande que nosotros mismos.

    No basta con tener un propósito; es necesario que nuestro propósito encaje con los propósitos de los demás, que sume en el Gran Tejido, que nutra la vida y no solo nuestra ambición. Un propósito solitario, desconectado de la comunidad, se convierte en un peso, en una lucha constante contra la corriente. Pero cuando nuestros dones encuentran su lugar en la trama mayor, la vida fluye con más ligereza, con más profundidad.

    1.3. Propósitos y Expectativas: Dos Caminos, Dos Destinos

    La razón por la que tantas personas sufren no es la falta de propósito, sino la confusión entre propósito y expectativa.

    El propósito es el fuego interno que nos impulsa, la brújula que nos guía sin prometer nada. La expectativa, en cambio, es una imagen que construimos en la mente sobre cómo deberían ser las cosas. Una persona con propósito camina con certeza, aunque el camino sea incierto. Una persona con expectativas camina con ansiedad, porque el futuro nunca se comporta exactamente como ella lo imaginó.

    Las expectativas traen frustración. Nos hacen creer que la vida nos debe algo, que si damos, recibiremos en la misma medida y en el tiempo que esperamos. Pero la vida no funciona así. La naturaleza no se apresura, no negocia, no cumple caprichos. Un árbol da frutos cuando es su tiempo, no cuando alguien lo exige.

    Si camináramos con propósito en lugar de expectativas, la vida sería más profunda y más liviana al mismo tiempo. No nos frustraríamos cuando algo no sale como queremos, porque comprenderíamos que todo tiene su ritmo y su razón. No viviríamos en la desesperación del «¿qué recibiré?», sino en la certeza del «¿qué estoy ofreciendo?».

    1.4. Las Señales del Camino: Cómo Recordar el Propósito

    A veces olvidamos. La vida moderna nos sumerge en el ruido, en las prisas, en la acumulación sin sentido, y el canto de nuestra misión se vuelve un eco lejano. Pero el Gran Espíritu nunca deja de hablarnos. Siempre hay señales, siempre hay llamados, siempre hay caminos que se abren cuando estamos listos para verlos.

    Algunas formas de recordar nuestro propósito incluyen:

    El silencio y la contemplación: La naturaleza nos habla en su lenguaje sutil. El viento en las montañas, el canto del agua, el vuelo de un ave pueden contener respuestas para quien sabe escuchar.

    Los sueños y visiones: En las tradiciones andinas, los sueños no son meras ilusiones de la mente, sino mensajes del espíritu, indicaciones del camino.

    La búsqueda de visión: Retirarse a la soledad de la montaña, ayunando y orando por varios días, es una forma de buscar claridad de propósito mediante la humildad y la entrega. En esta práctica ancestral, el buscador se ofrece al cielo y a la tierra para que la visión llegue cuando el ego se silencie.

    Las pruebas y desafíos: A veces, lo que más nos duele es lo que más nos enseña. Los obstáculos no son castigos, sino llamados de atención que nos invitan a recordar quiénes somos.

    La alegría profunda: Lo que nos llena el alma, lo que hace que nuestro corazón cante, suele estar conectado con nuestra misión. Aquello que hacemos con amor y sin esfuerzo es un reflejo del don que traemos al mundo.

    1.5. El Puma y el Gran Sueño

    El puma camina en la montaña sin miedo ni dudas. Su andar es firme porque no espera nada, solo sigue su instinto. No se pregunta si la piedra que pisa lo sostendrá ni si el viento será favorable; él solo avanza, confiando en la fuerza que habita en sus patas y en la sabiduría de la tierra.

    Nosotros, en cambio, muchas veces dudamos. Nos preguntamos si estamos en el camino correcto, si lo que hacemos tiene sentido. Pero el propósito no es algo que nos es dado desde afuera, sino algo que descubrimos al andar. Como el puma, debemos aprender a confiar en nuestro instinto, en nuestra voz interior, en las señales que el mundo nos ofrece a cada paso.

    Caminar con Conciencia

    El Sumak Kamaña nos llama a caminar con conciencia. A vivir con intención. A recordar que cada acción, cada palabra, cada pensamiento teje nuestra realidad.

    Si estás leyendo estas palabras, no es casualidad. Tal vez el viento te ha traído hasta aquí para recordarte algo que tu alma ya sabía. Tal vez es hora de que mires dentro de ti y te preguntes:

    ¿Cuál es mi propósito? ¿Para qué vine a esta Tierra? ¿Cómo puedo ofrecer mi don al mundo?

    Escucha con atención. La Tierra, el viento, el puma y la luna ya conocen tu respuesta. Solo falta que tú la recuerdes.

    Y cuando la recuerdes, que tu vida se convierta en un rezo, en un canto sagrado, en un fuego que ilumina el camino de quienes vienen detrás.

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  • Ética y Sumak Kawsay

    Ética y Sumak Kawsay

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    La Ética y el Sumak Kawsay

    Por: Santiago Andrade León

    Me  quisiera presentar ante ustedes como un hermano más en este camino, como un aprendiz eterno.

    Hoy nos convoca una pregunta luminosa:

    ¿Cómo encarnamos el Buen Vivir en nuestras acciones, decisiones, miradas y silencios?

    El Sumak Kawsay no es una idea ni un sistema. Es un latido profundo que nos recuerda que vivir no es consumir ni resistir, sino fluir, sanar y servir.

    Un código no es una ley, es un latido

    Un código ético, para nosotros, no es un conjunto de mandatos ni castigos. Es como el latido del corazón de la comunidad: nos mantiene unidos, vivos, conscientes.

    Es la memoria del equilibrio, como la savia que sube por el árbol cuando nadie la ve. Así como las aves no preguntan cómo debe volar, nosotros no deberíamos preguntar cómo debemos vivir, si escuchamos desde adentro. La ética verdadera es esa voz interior que susurra:

    “Actúa desde la medicina, no desde la herida”.

    Para los buscadores de visión: la ética del propósito

    Quien sube a la montaña ayuna no solo de comida, sino de excusas.

    Busca recordar su Jatun Muskuy, su gran propósito. Pero no lo hace solo para sí. El propósito sin comunidad es ambición disfrazada.

    El buscador de visión actúa con:

    Humildad: sabe que no sube como un maestro, sino como barro en transformación.

    Disciplina y Voluntad: ayuna del ruido y escucha la voz del viento.

    Sinceridad: no lleva máscaras ante la montaña.

    Gratitud e integridad: porque cada noche estrellada es una maestra y necesitamos integrar cada día de nuestra vida de la mejor manera, agradeciéndolo

    Subir con respeto, regresar con medicina. Ese es su pacto ético.

     Para los guías y guardianes del camino: ética del servicio

    Los que sostenemos el espacio del ayuno, del círculo, del fuego, no somos jefes ni jueces.

    Somos guardianes del silencio de nuestra familia, somos testigos de la vida de nuestros hermanos. Nuestra ética es un equilibrio entre la firmeza y la ternura.

    El guía ético:

    No toma poder, lo sostiene con ligereza.

    No impone, propone caminos.

    No señala errores, escucha con el corazón abierto.

    Recordemos siempre: la medicina actúa a través de nosotros, no por nosotros.

    No somos fuente, somos cauce.

    Para los caminantes: ética de la siembra

    A quienes llegan por primera vez y a los que no, les decimos: estás sembrando una semilla en tu alma. Cuídala con actos pequeños:

    Respeta el espacio como un templo vivo.

    Escucha más de lo que hablas.

    Camina con atención, incluso en lo invisible.

    No se espera perfección. Se espera presencia.

    Principios compartidos del Código Ético del Sumak Kawsay

    Estos principios son el aliento del Consejo, las raíces de toda acción:

    Ayni (Reciprocidad): Dar es recibir. Servir es medicina.

    Munay (Amor): El amor no es emoción, es voluntad armoniosa.

    Llankay (Trabajo): Toda acción es sagrada si nace del corazón.

    Yachay (Sabiduría): Saber es vivir en relación, no en competencia.

    Tinkuy (Encuentro): Toda diferencia es una posibilidad de tejer algo nuevo.

    Kawsay Purina (Caminar la vida): No hay destino, solo camino consciente.


    Que nuestra vida sea una ofrenda

    Estamos aquí no por haber cumplido años de ayuno, sino porque el fuego sigue ardiendo en nuestro pecho.

    La ética del Sumak Kawsay es eso: vivir como si cada gesto fuera un canto. Como si cada palabra tejiera puentes.

    Como si cada mirada bendijera el mundo. No necesitamos perfección. Solo verdad. Solo presencia. Solo corazón.

    Que el puma nos enseñe el paso firme, que las águilas nos eleven la mirada, que la semilla de nuestro propósito florezca en comunidad

    Ethics and Sumak Kawsay

    By: Santiago Andrade León

    I would like to introduce myself to you as just another brother on this path, as an eternal apprentice.

    Today, we gather around a luminous question:

    How do we embody Buen Vivir in our actions, decisions, gazes, and silences?

    Sumak Kawsay is not an idea or a system. It is a deep heartbeat that reminds us that living is not about consuming or resisting, but about flowing, healing, and serving.

    The Code Is Not a Law, It Is a Heartbeat

    An ethical code, for us, is not a set of rules or punishments.

    It is like the heartbeat of the community: it keeps us united, alive, and aware.

    It is the memory of balance, like the sap rising quietly within the tree.

    Just as birds don’t ask how to fly, we shouldn’t ask how to live—if we are truly listening from within. True ethics is that inner voice that whispers:

    “Act from your medicine, not from your wound.”

    For Vision Questers: The Ethics of Purpose

    Those who climb the mountain do not fast only from food, but from excuses.

    They seek to remember their Jatun Muskuy, their great purpose.

    But not just for themselves. Purpose without community is ambition disguised.

    The vision quester acts with:

    Humility: knowing they walk up not as masters, but as clay in transformation.

    Discipline and Will: fasting from noise to hear the voice of the wind.

    Sincerity: leaving behind all masks before the mountain.

    Gratitude and Integrity: for every starlit night is a teacher, and each day must be integrated with reverence.

    To walk up with respect and return with medicine—this is their ethical pact.

    For Guides and Guardians of the Path:

    The Ethics of Service

    Those of us who hold the space of fasting, the circle, the fire—we are not judges or chiefs.

    We are guardians of our family’s silence, witnesses of our brothers’ and sisters’ lives.

    Our ethics is an equilibrium between firmness and tenderness.

    An ethical guide:

    Does not seek power, but carries it lightly.

    Does not impose, but offers paths.

    Does not point fingers, but listens with an open heart.

    Let us always remember: Medicine acts through us, not because of us.

    We are not the source—we are the channel.

    For Walkers on the Path: The Ethics of Sowing

    To those arriving for the first time—or the hundredth—we say:

    You are planting a seed in your soul. Care for it through small, sacred acts:

    Honor the space as a living temple.

    Listen more than you speak.

    Walk with awareness, even through the unseen.

    We do not expect perfection. We expect presence.

    Shared Principles of the Sumak Kawsay Code of Ethics

    These principles are the breath of the Council, the roots beneath every action:

    Ayni (Reciprocity): To give is to receive. To serve is medicine.

    Munay (Love): Love is not emotion—it is harmonious will.

    Llankay (Work): Every action is sacred when it comes from the heart.

    Yachay (Wisdom): To know is to live in relationship, not in competition.

    Tinkuy (Sacred Encounter): Every difference is a chance to weave something new.

    Kawsay Purina (To Walk Life): There is no final destination—only conscious journeying.

    May Our Life Be an Offering

    We are here not because we have completed years of fasting,

    but because the fire still burns in our chest.

    The ethics of Sumak Kawsay is this:

    To live as if each gesture were a prayer, as if every word wove bridges, as if every gaze blessed the world.

    We do not need perfection—only truth, presence, and heart.

    May the puma teach us steady steps, may the eagles lift our vision, may the seed of our purpose bloom in community.

  • Taita Cuervo

    Taita Cuervo

    El despertar de Taita Cuervo

    Por Santiago Andrade León

    Mucho antes de que el fuego cantara en las montañas, mucho antes de que los ríos pudieran recordar sus nombres, reinaba el silencio.
    Era el tiempo de la Muerte, que enseñaba quietud y enseñaba olvido.

    En ese tiempo sin tiempo, dentro de un huevo profundo y oscuro, dormía Taita Cuervo. Su sueño era denso, como la raíz bajo la tierra, pero su corazón palpitaba con preguntas.

    —¿Quién vive aquí? —susurraba Taita Cuervo desde adentro del cascarón.
    Y desde el abismo, miles de voces le respondían:
    —Yo.

    —Solo existo yo —pensaba entonces, y se acunaba en el eco de su propia existencia.

    Pero un día, una voz nueva, una voz que venía desde fuera, golpeó su sueño:
    —¿Quién está afuera? —preguntó Taita Cuervo.
    —Yo —respondió la voz misteriosa.

    Y luego, la voz preguntó también:
    —¿Quién está adentro?
    —¡Yo!—respondió Taita Cuervo, agitando sus plumas invisibles.

    El huevo comenzó a temblar. Toc, toc, toc…
    Taita Cuervo respondió al llamado:
    —¡Toooc, toooc!
    Y la respuesta llegó de afuera:
    —¡Tooc, tooc!

    El cascarón crujió, y una chispa de luz penetró la oscuridad.
    —¿Quién eres? —preguntó Taita Cuervo a la luz.
    —¡Yo! —respondió la luz.
    Y entonces todas las cosas en la oscuridad susurraron juntas:
    —Yo.

    De su interior brotaron ríos, montañas, soles, vientos, jaguares, y venados. Nacieron los cantos, los colores, las semillas y los latidos.

    Taita Cuervo, maravillado, preguntó al universo recién nacido:
    —¿Quién hizo todo esto?
    Y la creación entera respondió:
    —¡Yo!


    El Curandero y el Arte del Yo

    En el Sumak Kawsay, entendemos que el «yo» no es un muro que nos separa, sino un puente que nos invita a reconocer nuestro lugar en el tejido de la vida.

    Como enseñaban los sabios griegos antiguos, «Conócete a ti mismo» era la primera instrucción en el Templo de Delfos. Pero conocer el yo no era solo adorarlo, sino trascenderlo: recordar que somos parte de un orden mayor.

    En las enseñanzas orientales, el ego es visto como una ilusión que separa, una cáscara que debe romperse para ver el infinito. En el pensamiento de Jung, la sombra y el yo interior no son enemigos, sino partes de un todo que busca integración.

    El curandero, el ChakaRuna, el Hombre Puente, aprende primero a escuchar su propio «yo» para luego disolverlo en el gran «Nosotros». No para anular su ser, sino para expandirlo, para reconciliarse con su sombra, para ser cauce y no barrera.

    No se trata de imponer nuestra voluntad en la ceremonia, sino de dejar que el «yo» personal se purifique como el cedro en el fuego. Dejar que el incienso se lleve las pequeñas guerras interiores, para caminar hacia el bien común.

    Curar no es engrandecerse; es, al contrario, hacerse tan húmedo como la tierra que acepta todas las lluvias. Es recordar que en el corazón de cada paciente, cada hermano, cada ser, habita ese mismo «yo» sagrado que respondió aquella primera vez:

    El curandero auténtico no camina por el brillo de su nombre, sino por la luz compartida del propósito común. No entra a ceremonia para crecer su propio poder, sino para cuidar la vida de todos.

    El Sumak Kawsay enseña que el verdadero florecimiento no es individual, es comunitario. No hay plenitud si el río sufre, si el bosque calla, si un hermano queda atrás.

    Porque, como el vuelo de Taita Cuervo al romper su cascarón, toda creación verdadera nace del coraje de preguntar, del valor de escuchar, y de la humildad de reconocer que la vida misma es un canto de muchos nombres, un tejido de muchos corazones.

    Sobre la Ilustración

    Taita Cuervo: el primer vuelo de la luz

    En el principio, cuando la noche era todo lo que existía,
    Taita Cuervo alzó sus alas desde el vientre del misterio.
    Con su pico recogió la primera chispa de luz,
    y volando sobre el lago de los sueños, despertó los colores, los vientos y las primeras canciones del mundo.

    El sol, aún dormido, miraba desde lejos.
    La Tierra, envuelta en neblina verde y dorada,
    esperaba el canto que daría inicio al tiempo.

    Esta ilustración representa el instante sagrado en que el espíritu del Cuervo, con la humildad de quien ha caminado en la oscuridad,
    regala al universo el primer destello de conciencia.
    Un vuelo que es semilla, un soplo que es creación.

    Puedes adquirir el libro «Taita Cuervo» aquí:
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    Read the English version below

    Taita Raven

    The Awakening of Taita Raven

    By Santiago Andrade León

    Long before fire sang in the mountains, long before rivers could remember their names, silence reigned.

    It was the time of Death, who taught stillness and taught forgetting.

    In that time beyond time, within a deep and shadowed egg, Taita Raven slept. His sleep was dense, like roots beneath the earth, yet his heart pulsed with questions.

    —Who lives here?—whispered Taita Raven from inside the shell.

    And from the abyss, thousands of voices answered:

    —I do.

    —Only I exist,—he thought then, and cradled himself in the echo of his own existence.

    But one day, a new voice—a voice from beyond—stirred his dreams.

    —Who is out there?—asked Taita Raven.

    —I am,—answered the mysterious voice.

    And then, the voice asked in return:

    —Who is in there?

    —I am!—replied Taita Raven, ruffling his invisible feathers.

    The egg began to tremble. Toc, toc, toc…

    Taita Raven answered the call:

    —Toooc, toooc!

    And the voice from outside replied:

    —Tooc, tooc!

    The shell cracked, and a spark of light pierced the darkness.

    —Who are you?—asked Taita Raven to the light.

    —I am!—the light answered.

    And then, all things hidden in the darkness whispered together:

    —I am.

    From within him burst rivers, mountains, suns, winds, jaguars, and deer. Songs were born, and colors, seeds, and heartbeats.

    Amazed, Taita Raven asked the newborn universe:

    —Who made all this?

    And the whole of creation replied:

    —I did! 


    The Curandero and the Art of the Self

    In Sumak Kawsay, we understand that the “self” is not a wall that separates us, but a bridge that invites us to recognize our place within the great fabric of life.

    As the ancient Greek sages taught, “Know thyself” was the first command inscribed at the Temple of Delphi. But knowing the self was never about worshipping it—it was about transcending it, remembering that we are part of a greater order.

    In Eastern teachings, the ego is seen as an illusion that separates, a shell that must be broken to glimpse the infinite. In Jungian thought, the shadow and the inner self are not enemies, but parts of a whole seeking integration.

    The Curandero, the Chaka Runa, the Bridge Man, learns first to listen to his own “self,” and then to dissolve it into the greater “We.” Not to erase his being, but to expand it—to reconcile with his shadow and become a channel, not a barrier.

    It is not about imposing our will in ceremony, but about allowing the personal “self” to be purified like cedarwood in the fire—to let the incense carry away the small inner wars, and to walk toward the common good.

    To heal is not to elevate oneself; on the contrary, it is to become as humble and open as the earth, which receives all rains. It is to remember that in the heart of every patient, every brother, every living being, dwells that same sacred “self” that once responded for the very first time: “I am.”

    The authentic Curandero does not walk to glorify his own name, but to serve the shared light of a common purpose. He does not enter ceremony to grow his own power, but to care for the life of all.

    Sumak Kawsay teaches that true flourishing is never individual—it is communal. There can be no fulfillment if the river suffers, if the forest falls silent, if a brother is left behind.

    Because, just as Taita Raven took flight when he broke his shell, all true creation is born from the courage to ask, the strength to listen, and the humility to recognize that life itself is a song of many names, a fabric woven from many hearts. 


    About the Illustration

    Taita Raven: The First Flight of Light

    In the beginning, when the night was all that existed,
    Taita Raven spread his wings from the womb of mistery.
    With his beak, he gathered the first spark of light,
    and flying over the lake of dreams, he awakened the colors, the winds, and the first songs of the world.

    The Sun, still asleep, watched from afar.
    The Earth, wrapped in green and golden mist,
    awaited the song that would sett time in motion.

    This illustration represents the sacred moment when the spirit of the Raven, with the humility of one who has walked through darkness, offers the universe its first glimmer of consciousness—a flight that is a seed, a breath that becomes creation.

    You can find the books by Santiago Andrade León at this link:
    https://www.lulu.com/es/spotlight/santiago-andrade-leon

  • El Puma y el Venado

    El Puma y el Venado

    Espíritu del Relámpago y el Trueno

    Una historia de creación y el camino del ChakaRuna

    Por Santiago Andrade León

    En tiempos antes de la luz, cuando todo era caos y la muerte enseñaba con su silencio, vivían dos hermanos: el Puma y el Venado.

    La muerte, abuela de todo lo que existía, imponía quietud y oscuridad. No había canto, no había risa, no había caminos. Solo un inmenso manto de existencia sin nombre.

    Pero el Puma y el Venado, desobedientes y vivos, se olfateaban, se correteaban en la nada, jugaban a la muerte con irreverencia sagrada. El Venado, hermano mayor, era el guía; el Puma, menor, repetía sus pasos, queriendo ser como él, queriendo aprender a vivir en medio del abismo.

    Siguiendo su olor, el Puma caminaba. Sin saberlo, aprendía la senda de su destino. El Venado le enseñaba sin palabras a leer el espacio invisible, a confiar en el ritmo del no-tiempo.

    Y entonces, un día, el Abuelo Fuego decidió encenderse. El universo estalló en luz, y con ello, todo cambió.

    El Venado, espíritu antiguo, aceptó el nuevo orden. Saltó hacia el resplandor, siguiendo el camino que la abuela Muerte le permitía cruzar: el paso de la vida.

    El Puma, aún dudoso, miró el abismo abierto ante él. Sabía que su destino estaba al otro lado. Sabía que, sin dejar la fidelidad a la abuela Muerte, debería honrar la nueva danza de la Vida.

    Y entonces, con el corazón ardiendo, el Puma saltó también. Atrás de su maestro, su hermano, su espejo.

    Cuando truena en la montaña…

    Cuentan los abuelos que, cuando truena en la montaña, y primero vemos el relámpago, el Venado ha pasado corriendo. Y cuando escuchamos el estruendo que sigue, ese rugido profundo en la tierra, ahí va el Yana Puma: el Puma Negro, siguiendo el destino.

    Luz y sonido.

    Relámpago y trueno.

    Venado y Puma.

    Maestro y aprendiz.

    Destino y fidelidad.

    El ChakaRuna: el mediador entre los mundos

    Esta historia no es solo un mito. Es una enseñanza para quienes caminan el camino de la medicina. Para nosotros, en el Sumak Kawsay, el curandero es un puente.

    En lengua kichwa decimos: ChakaRuna.

    Chaka significa puente.

    Runa significa ser humano.

    El Chaka Runa es el que une. El que escucha a los dos lados. El que no toma partido en las guerras humanas, sino que ofrece su vida como un campo de paz.

    El curandero no elige pelear para el bien o para el mal. Él desarma sus propios prejuicios, se purifica, y ofrece su medicina a quien la necesite.

    Ser Chaka Runa es ser un mediador entre las fuerzas: entre el dolor y la sanación, entre la rabia y la ternura, entre la oscuridad que enseña y la luz que despierta.

    Así como el Venado enseña el salto al vacío, y el Puma enseña la valentía de seguir al corazón, el curandero enseña que el amor puede reunir los contrarios.

    El exceso de luz también puede cegar. El exceso de sombra también puede encadenar. El curandero limpia los excesos. Restaura el equilibrio. Reconoce en cada ser humano la inmensa posibilidad de ser el tejido vivo del amor en el universo.

    Caminar como el Puma. Amar como el Venado.

    Así nos enseña la montaña.

    Así nos habla el trueno.

    Así nos guía el fuego antiguo.

    No para pelear.

    No para dividir.

    Sino para sanar.

    Para unir.

    Para recordar.


    «El Pintor y su Sombra»

    Autoretrato

    Este cuadro nació de un recuerdo íntimo: una fotografía que me tomaron mientras pintaba el primer cuadro de mi vida. No estudié pintura. Un buen día, gracias a la luz y al apoyo de un ángel, me atreví —por primera vez— a tomar un pincel. Ese primer cuadro marcó un inicio profundo: el momento en que decidí abrazar el camino del arte como una misión del alma. Más tarde, transformé esa escena en una obra digital, añadiendo frente a mí, como un espejo, a un espíritu contrario, pintando también.

    Este diálogo entre ambos refleja la esencia del arte verdadero: el encuentro entre lo espiritual y lo material, el abrazo amoroso de los contrarios.

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    Spirit of Lightning and Thunder

    A Creation Story and the Path of the ChakaRuna

    By Santiago Andrade León

    In the time before light, when all was chaos and death taught through silence, there lived two brothers: the Puma and the Deer.

    Death, grandmother of all that existed, imposed stillness and darkness. There were no songs, no laughter, no paths—only an immense cloak of nameless existence.

    But the Puma and the Deer, rebellious and alive, sniffed each other out, chased one another through the void, playing sacred games of death with irreverence. The Deer, the elder brother, was the guide; the Puma, younger, followed his steps, longing to be like him, striving to learn how to live amidst the abyss.

    Following his brother’s scent, the Puma walked. Unknowingly, he was learning the path of his destiny. The Deer, without words, was teaching him to read the invisible space, to trust in the rhythm of no-time. 

    Then one day, Grandfather Fire decided to ignite himself. The universe exploded into light, and with it, everything changed.

    The Deer, ancient spirit, accepted the new order. He leapt into the radiance, following the path Grandmother Death allowed him to cross: the passage of life.

    The Puma, still hesitant, gazed into the open abyss before him. He knew his destiny lay on the other side. He knew that, without abandoning his loyalty to Grandmother Death, he would have to honor the new Dance of Life.

    And so, with his heart burning, the Puma leapt as well—behind his master, his brother, his mirror. 

    When Thunder Rolls Across the Mountain…

    The elders say that when thunder rolls across the mountain, and we first see the lightning flash, it is the Deer who has just run past. And when we hear the deep roar that follows, rumbling through the earth, there goes the Yana Puma—the Black Puma—pursuing his destiny.

    Light and sound.

    Lightning and thunder.

    Deer and Puma.

    Master and apprentice.

    Destiny and devotion.

    The ChakaRuna: The Bridge Between Worlds

    This story is not merely a myth. It is a teaching for those who walk the path of medicine. For us, within Sumak Kawsay, the Curandero is a bridge.

    In the Kichwa language, we say: ChakaRuna.

    Chaka means bridge.

    Runa means human being.

    The ChakaRuna is the one who unites. The one who listens to both sides. The one who does not take sides in human battles, but offers his life as a field of peace.

    The Curandero does not fight for good or evil. He dismantles his own prejudices, purifies himself, and offers his medicine to whomever needs it.

    To be ChakaRuna is to be a mediator between forces: between pain and healing, between rage and tenderness, between the darkness that teaches and the light that awakens.

    Just as the Deer teaches the leap into the unknown, and the Puma teaches the courage to follow the heart, the Curandero teaches that love can bring opposites together.

    An excess of light can also blind. An excess of shadow can also enslave. The Curandero clears away excess. He restores balance. He recognizes in every human being the immense possibility of becoming the living weave of love in the universe.

    To Walk Like the Puma. To Love Like the Deer.

    Thus the mountain teaches us.

    Thus the thunder speaks to us.

    Thus the ancient fire guides us.

    Not to fight.

    Not to divide.

    But to heal.

    To unite.

    To remember. 

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  • Historias de la Creación

    Historias de la Creación

    Bienvenidos a este fuego de palabras

    Hoy, con humildad y con alegría, quiero darles la bienvenida a este espacio que abrimos juntos.
    Una página tejida con paciencia, con sueños, y con la medicina que la vida me ha regalado.

    Aquí, en este pequeño rincón del gran círculo de la vida, quiero compartir con ustedes toda esa obra que por años ha vivido en la bandeja de salida: historias escritas, caminos soñados, proyectos por nacer.

    Esta página no es solo mía. Es de todos los que sienten que las palabras pueden curar, que los cantos pueden abrir caminos, y que la memoria puede volver a sembrarse.

    Gracias por caminar conmigo.
    Gracias por ser familia.
    Gracias por sostener este fuego que es de todos,
    y que ahora, por fin, podemos compartir a la luz del día.


    Relatos para recordar quiénes somos

    Por: Santiago Andrade León.

    Antes de que las palabras fueran escritas, antes de que las fronteras partieran la tierra, antes incluso de que el hombre caminara erguido sobre el mundo, ya existían las historias.

    Las historias no nacieron para entretener. Nacieron para recordar. Para traer al corazón lo que el alma ya sabe, pero olvida en el bullicio de los días.

    En el Sumak Kawsay, el Buen Vivir andino, las historias no son cuentos: son mapas sagrados. Son instrucciones secretas para caminar la vida con belleza, respeto, y reciprocidad.

    Cada animal, cada piedra, cada estrella lleva una memoria. Cada trueno, cada río, cada semilla guarda una enseñanza.

    Por eso hoy, con humildad y gratitud, quiero abrir este tejido de palabras, para ofrecer las primeras Historias de la Creación del Sumak Kawsay.

    Son relatos que nacen de la montaña, del fuego, del agua y del viento. Son cantos que aprendí de mis maestros, de los abuelos, y de las largas noches en que la vida misma enseñó más que cualquier escuela.

    Aquí conoceremos al Puma y al Venado, hermanos del trueno y del relámpago. Al Conejo y al Lobo, guardianes de los sueños y del instinto. A la Serpiente, que teje los caminos invisibles. Y a muchos otros espíritus que, aún hoy, caminan a nuestro lado.

    Que estas historias no sean solo leídas. Que sean bebidas como agua de manantial. Que sean escuchadas con los oídos del alma. Que sean vividas.

    Porque recordar no es mirar atrás. Es volver a ser raíz, es volver a ser familia del universo, es volver a ser fuego que canta bajo las estrellas.

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    Stories of Creation 

    Welcome to this Fire of Words

    Today, with humility and joy, I want to welcome you to this space we are opening together—a page woven with patience, with dreams, and with the medicine that life has gifted me.

    Here, in this small corner of the great circle of life, I want to share with you all the work that for years has lived in the outbox: written stories, dreamed paths, projects yet to be born.

    This page is not mine alone. It belongs to all who feel that words can heal, that songs can open new paths, and that memory can once again be sown.

    Thank you for walking with me.

    Thank you for being family.

    Thank you for tending this fire that belongs to all of us,

    and that now, finally, we can share in the light of day.


    Stories to Remember Who We Are

    By: Santiago Andrade León

    Before words were written, before borders divided the land, before even humans walked upright upon the earth, stories already existed.

    Stories were not born to entertain. They were born to remember—to bring back to the heart what the soul already knows but forgets in the clamor of the days.

    In Sumak Kawsay, the Andean Buen Vivir, stories are not merely tales: they are sacred maps. They are secret instructions for walking life with beauty, respect, and reciprocity.

    Every animal, every stone, every star carries a memory. Every thunderclap, every river, every seed holds a teaching.

    That is why today, with humility and gratitude, I want to open this weaving of words, to offer the first Stories of Creation of Sumak Kawsay.

    They are stories born from the mountain, from the fire, from the water, and from the wind. They are songs I learned from my teachers, from the elders, and from the long nights when life itself taught more than any school.

    Here we will meet the Puma and the Deer, brothers of thunder and lightning. The Rabbit and the Wolf, guardians of dreams and instinct. The Serpent, who weaves the invisible paths. And many other spirits who, even today, walk beside us.

    May these stories not be merely read. May they be drunk like spring water. May they be listened to with the ears of the soul. May they be lived.

    Because to remember is not to look back. It is to become root again, to become family to the universe again, to become fire that sings under the stars. 

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